Los pensamientos dan información valiosa
Me encuentro que diversos estilos de meditación/contemplación enfocan la práctica en dejar pasar los pensamientos, no agarrarse a ellos, no hacerles caso, dejar que se desvanezcan, o sea, no atender a su contenido… Digo yo que si esos pensamientos ocurren en mi mente pensante, algo tendrán que ver conmigo, de algo me estarán hablando, algo me revelarán, algo significarán…
Aunque sea puro ruido mental, jaleo de cosas que he hecho, que no he hecho, que me han hecho, que no me han hecho, cosas relacionadas con la actividad cotidiana, cosas sin sentido, eso tendrá algo que ver conmigo. Si lo escucho y atiendo, tal vez me dé cuenta del poder que he otorgado a las palabras o a la actitud de alguien, por ejemplo, cosa que a veces me pasa. Si no escucho y sólo me centro en dejar que pase sin ver su contenido, no aprenderé nada, no podré llevarme la información que contiene.
Es como si me duele la cabeza y me tomo algo para que pase sin atender lo que hay detrás de ese dolor. Posiblemente se reproduzca una vez, otra vez, otra… si escucho a mi dolor de cabeza, lo miro, lo atiendo, a lo mejor me doy cuenta que me estoy sobrecargando con un tema de trabajo y que me conviene mesurarme para no provocarlo de nuevo.
Pues con el pensamiento igual. Pongamos que me dé por tener pensamientos destructivos y que desde la práctica clásica de meditación, todo lo que haga es observar y dejar pasar. Pues llevaría años viéndolos y seguirían ahí.
Abrazar los pensamientos
Ahora, ahora, tomo la actitud de una madre o un padre amorosos que miran a su hija o hijo con amor, con cariño, con paciencia, con compasión (bien entendida)… miro mis pensamientos así, no sólo eso, los abrazo con ese tipo de atención como esa madre o ese padre abrazaría a esa niña o ese niño que solicita atención, o que está enfrascada/o en una rabieta, frustrada/o, encabezonada/o con algo, o lo que sea.
Desde el buen hacer de una madre y un padre amorosos, estos no ignoran a su hija o hijo, no le miran con distancia inmutable, no dejan de prestarle atención aunque se muestren aparentemente indiferentes en un momento determinado para no seguirle la pataleta.
Creo haber escuchado a Thich Nhat Hanh hablar de abrazar las emociones, abrazar la rabia…
Creo que ese es mi camino, abrazar con atención amorosa los contenidos que emergen en el plano de los pensamientos, las emociones y las sensaciones. Sí, abrazar lo que emerge, mirarlo, escucharlo, atenderlo, y después, sólo después de haberlo atendido y haberme ocupado, entonces soltarlo. Por mucho que sea un pensamiento pegajoso, repetitivo: lo miro con amor y atiendo qué hace ahí, de qué me habla, de dónde nace.
Que para nada es aferrarse y perderse -por si a alguien se lo pudiera parecer- porque se trata de hacerlo, a más a más de con amor (cariño), con PRESENCIA y CONSCIENCIA.
Tal como se le prestaría atención a una niña, a un niño, igual podemos hacer con los pensamientos: escuchar, atender, poner límites si hace falta para que no nos llenen todo el espacio especialmente cuando son obsesivos o repetitivos y no se ve claro qué traen detrás, incluso puntualmente escaparse o evadirse como cuando la situación con los pequeños resulta insoportable y dan ganas de salir corriendo!
Quizás alguien tenga dificultad para contactar con el cariño, y más aún con cariño hacia sí mismo. Podemos probar entonces con una actitud de respeto o de ternura si se conecta con ella.
Quizás a alguien le cueste abrazar contenidos que considere infames. Entonces con mirar sin añadir juicios será suficiente de momento.
Pues eso, a ver, escuchar y amar lo que pasa por nuestras mentes, que son un reflejo de lo que somos!!
Mª Rosa Parés Giralt