Especialistas en dar vueltas y perdernos
Me pregunto, viendo la de líos en los que nos metemos las personas, si nos hemos convertido en especialistas en hacer las cosas difíciles o por lo menos, poco fáciles.
Hay veces que las cosas o las situaciones parecen tan fáciles y simples de abordar, atender, resolver, que no se entiende la complicación generada por parte de las personas implicadas.
Pasa en lo cotidiano, en las interrelaciones, en la toma de decisiones, en los hábitos, en la organización, en acontecimientos que no tendrían motivo para derivar en conflicto, pero nosotras y nosotros, las humanas y los humanos, funcionamos de un modo extraño, haciendo complejo lo que no lo es.
Tal vez nos venga de nuestros orígenes, de nuestros primeros antepasados homínidos y sus creencias irracionales para explicar fenómenos y acontecimientos. Tal vez suceda porque nuestros mecanismos de percepción, interpretación, toma de decisiones y tipo de acciones, estén aún inmaduros, aún queda por evolucionar, transformar y madurar.
¿Por qué nos perdemos de nosotras/nosotros, de la vida, de lo genuino?
Desconozco las razones por las que nos desviamos, enredamos, confundimos, perdemos, para encontrar algo que se supone debería estar próximo a la prosperidad, la plenitud, la paz.
Cada cual se explica sus argumentos (si es que se los explica!) y se cree llegar a la cima cuando quizás está retorciéndose en el fango. Así es nuestra capacidad de imaginación y de hacer/hacernos creer realidades.
No quiero hacer una crítica sino una reflexión: ¿Cuántas vueltas doy para encontrarme, para encontrar aquello verdaderamente importante y esencial para mi existencia y la existencia de quienes me rodean? Y claro, la siguiente cuestión es ¿Aún no sé o no me he enterado de lo que es esencial?
Llegado este punto, solo me queda cerrar los ojos, escuchar qué grita el cuerpo, el corazón, el alma, la intuición, lo más genuino. Solo me queda parar y escuchar y dejarme ir en la sabiduría que encierran todas las cosas y que con mi mente pequeña no entiendo.
Nada que entender, dejarse estar en el flujo de la vida
Pudiera sonar algo místico pero es sencillo, hay algo “dentro” que sabe, que no se pierde con tantas vueltas si bien las vueltas forman parte del aprendizaje.
Un flujo que tal vez contempla la posibilidad: ¿Por qué no ir por el camino más recto?
Por supuesto recto no quiere decir la opción más fácil, banal, acomodada, inercia, pereza, ni cosas así. Significa complicarse poco, nada o lo mínimo.
Creo que desde los tiempos de los tiempos, los seres humanos tenemos actitudes que conducen a la complicación, observable en casi cualquier acción cotidiana como el manejo de estatus, roles, posiciones, el consumo de productos, moda, sustancias, actividades llamadas de ocio… qué lejos de simplemente sentarse, observar, atender las necesidades reales.
Es evidente que las vueltas y el camino recto tienen un componente subjetivo. Lo que es vuelta retorcida para alguien, para otra persona es un incidente sin mayor trascendencia. Lo que es camino recto para unas, para otras es montaña arriba.
A parte del lenguaje metafórico, pienso que es importante saber cuántas vueltas perdiéndome doy y qué camino recto no tomo.
El sentido amplio de recto
Recto me hace pensar en correcto, sin tintes de moralidad sino de sentido común, de obviedad, de ética si se quiere.
Recto en cuanto a cómo actúo, cómo hablo (por dentro y en voz alta), cómo me trato, cómo trato a las demás personas y el entorno. No es un asunto de machacarse, flagelarse, reprimir, querer ser buena o bueno.
Recto en la dirección de no complicarme la existencia ni complicarla a mi alrededor.
Recto como una referencia, un rumbo, un timón que me orienta en mi confusión, ignorancia o falta de perspectiva.
Mª Rosa Parés Giralt