¿Qué es un comentarista profesional?
Cualquier humana y humano que dé opinión sobre las cosas, las personas, los acontecimientos, sobre esto, lo otro, lo otro de más allá y lo siguiente, y por supuesto, opinión también sobre sí misma, sí mismo, es decir, lo que se cuenta acerca de sí.
¿Pero cuánta energía hay que invertir en ese proceso? Mucha mucha, tanta como enfermar, agotarse o desgastarse por el camino.
¿Y para qué opinar, comentar, dar el punto de vista sobre todo? Desde la Neurociencia, parece que la explicación está en que el objetivo de esa actividad es construirse continuamente una identidad, un sentido del yo, el “quién soy yo”.
Pues vaya faena nos ha hecho la biología porque el comentarista no concede descanso ni tregua, le falta tiempo para decir esto es así o asá, esto me gusta o esto no me gusta, esto está bien, esto está mal, vamos, que es una especie de periodista que llevamos incorporado.
¿Te has preguntado alguna vez que pasaría si la vocecita callara un rato o hablara menos?
¿Qué nos pasaría sin nuestro comentarista integrado profesional?
No se abriría ningún agujero por el cual caeríamos, no se nos caería el cielo encima, no entraríamos en una crisis existencial, más bien todo lo contrario, estaríamos en contacto con las cosas como son y como pasan atendiendo a ellas para proceder de la forma más genuina posible… quien dice genuina también puede ser orgánica, adecuada, efectiva, armoniosa, equilibrada o lo mejor que se pueda en cada momento.
¿Te has planteado alguna vez no dar tu opinión sobre una comida sino comerla y experimentar toda la variedad de sensaciones que te puede producir, incluidas desagradables, para concluir que esa comida te conviene o no? Pero lo más frecuente es recurrir a la explicación, la comparación, el juicio, el apego, la aversión, etc.
Y no es que no podamos soltar “A mí esto me gusta” o “A mí esto no me gusta”, más bien se trataría de poder percibir, notar, sentir, explorar, para luego sacar una conclusión en caso necesario. Por lo general hacemos lo contrario y lo inadecuado de hacerlo así, al contrario, es que vemos las cosas según un comentarista que habita en nuestra psique hecho de creencias, experiencias, valores inculcados, costumbres, fijaciones, hábitos, etc., o sea, un comentarista muy poco -o nada- objetivo.
Probemos a vivir y no escuchar tanto al comentarista
Te invito a que por un día estés al tanto de cada opinión interna (pensada) o externa (en voz alta) que das sobre lo que sea. Cuando te des cuenta, prueba a ver de nuevo eso sobre lo que acabas de emitir un comentario, más allá, al margen de dicho comentario.
Será difícil tal vez de hacer. Imagina que el comentario se queda sentado a tu lado, o escríbelo para colocarlo en una caja o lugar a parte de la escena, o dilo en voz alta o imagina que lo dices para dejarlo ir, y luego, poniendo toda la atención en tus sentidos, en tu cuerpo, en tus sensaciones corporales, en tu respiración, mira de nuevo, escucha de nuevo, siente de nuevo, tomando contacto real con eso.
Tomar contacto no significa tocar físicamente, significa entrar en relación con eso, contemplarlo, en este caso sin texto, sin palabras, sin “Esto es …”.
Prueba, siente, experimenta. Descubrirás que te puedes ahorrar una cantidad de comentarios tremenda. Y con ello un montón de energía, un montón de reacciones, un montón de rechazo.
Y sí, hay días y momentos para todo. Aún me pillo poniendo un poco “verde” a alguien o algo, pero sé que el camino a la paz en amplio sentido pasa por callar, interactuar con el contexto en el que me encuentre, proceder o simplemente seguir.
Eso no quita de tomar decisiones o llevar a cabo acciones, más bien estas vienen de un modo de estar más ecuánime.
Mª Rosa Parés Giralt