Nuestra parte frágil
Seguramente te has dado cuenta que las personas tenemos, consciente o inconscientemente, una parte frágil, vulnerable, frente a la cual podemos sentirnos expuestas, como desnudas o como si nuestra vida corriera peligro porque pudieran hacernos daño.
Muchas veces, esa parte frágil tiene que ver con las experiencias vividas en nuestra infancia y adolescencia, periodos de la vida en los cuales, por la inmadurez y la dependencia hacia otros que significa esa época, no tenemos ni los medios ni los recursos para construirnos como seres completos con todo lo que necesitamos a nivel interno, dependemos completamente de lo que recibamos de otras personas a nuestro alrededor.
Incluso de adultas, muchas personas seguimos funcionando en cierto modo como mendigas de aquello que necesitábamos y no recibimos. Se dice que todos los individuos tenemos heridas emocionales.
Por ello, es vital, una vez llegamos a la edad adulta y tenemos la supervivencia física cubierta (lo necesario para subsistir sin precariedades), girar la mirada hacia nuestras partes rotas, esas que se dolieron, se quebrantaron, por el camino, y no para regodearse en ello ni reforzar el malestar sino para establecer puentes hacia el equilibrio y la sanación.
¿Qué ocurre si no miro hacia ese dolor y no me ocupo de él?
Nada especial, solo que algo no anda bien ahí adentro, en nuestra psique, en nuestra mente, en nuestro corazón, en nuestro cuerpo. Podemos seguir viviendo, o mejor dicho sobreviviendo, como si nada pasara, arrastrándonos, haciéndonos personas adictas a sustancias, ocio, objetos, sexo, trabajo, lo que sea con tal de agarrarnos a algo que nos haga sentir un poco seguras, un poco reconfortadas, aferrándonos a eso como si nos fuera la vida en ello y es que ¡nos va!
Nos va la vida en nuestras conductas dañinas hacia sí y hacia otras personas, aunque parezca que nada pasa un día más, un año más. El malestar interno se agrava, algo grita dentro y queremos callarlo de alguna manera, en un intento desesperado para alejar algo que llevamos dentro en nuestra médula.
Al final, si no miramos, nos pasa factura. Nos pasa factura a la salud en todos sus aspectos, mental, emocional, físico, social, relacional, profesional… Aunque sigamos haciéndonos creer que no pasa nada, que debe ser cosa de la edad, del mundo que está muy loco, de la presión que hacen otras personas sobre una y uno, de las exigencias de estar viva y vivo, de cualquier cosa que justifique que ese dolor, ese malestar interno nada tiene que ver con un dolor que arrastramos por años.
Mirar nuestra parte frágil nos sana
Sí, mirar hacia ella, ocuparnos, escuchar lo que se cuece allí, abrazarla, darle amor, hacernos cargo, cubrir sus necesidades y carencias, darle espacio en la vida actual, eso es ciertamente un camino de sanación.
Entiéndase sanación como tomar lo que ahí hay, calmar, limpiar, actualizar, pacificar, traer al presente, integrar, esa parte que se nos quedó como colgando, o colgada si se prefiere. Una parte llena también de creatividad, curiosidad, entusiasmo, vitalidad, osadía, ternura, ¡cómo no querer rescatarla! Solo que hay que ocuparse de esa cobertura de la herida que inhibió todo el hermoso potencial que llevamos en nuestros cuerpos, mentes y corazones.
Sanar no es difícil, es empezar, es ponerse y tomar el compromiso de ocuparse cada día, cada momento que salga ese grito o esa vocecita interna del dolor vivido, almacenado y para nada olvidado. El cuerpo no olvida lo vivido y más cuando nuestra plenitud como seres humanos iba en ello.
Cómo hago eso de sanar
Hay vías, formas y herramientas para recuperar el contacto genuino con nuestra parte frágil, tranquilamente sin agobios, sin presiones, amablemente, no porque dicen que hay que hacerlo. Encara tu parte frágil porque de una vez quieres ocuparte de ella, de ti, en realidad de abrazarte, de amarte, de darte lo que aún tu corazón pide o grita.
No te asustes por ese encuentro con tu lado frágil, vulnerable. Es tan bello el encuentro que solo puede salir algo gratificante e importante de allí, diría que lo más importante y significativo de tu vida, siempre que como persona adulta que eres quieras acoger esa pequeña, ese pequeño, que vive en ti.
Creo que no hacerlo es querer escapar a algo que nos persigue donde quiera que vayamos y llena cualquier cosa que hagamos.
Mª Rosa Parés Giralt