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Lo que se ve por fuera, no es lo que hay por dentro

He encontrado ideal la equiparación entre una nuez y el ser humano para reflejar que las personas somos como ese fruto mostrando por fuera una imagen, aspectos, conductas, maneras de expresarnos, mientras por dentro, en muchas ocasiones, la realidad es otra.

Por fuera imagen moderna, progre, clásica, a la moda, anticuada, delgada, gruesa, agresiva, triste, positiva, entusiasta, asustadiza, desconfiada, controladora, qué más da como sea si lo que manda es el centro mismo de las entrañas, las experiencias vividas, la información (ambiente, educación, cultura) recibida, el carácter, las creencias, los valores, y todo eso que por fuera aparenta ser de una forma que dentro no es.

Dentro tal vez hay confusión, incerteza, inseguridad, temor, dolor, que configuran fuera una manera posiblemente distante, aislada, impulsiva, compulsiva, sufrida, arisca, demasiado segura… y quizá a poca gente, incluyendo a la mismísima persona cuando no es consciente, se le ocurre plantearse cómo andará en su interior.

Lo mismo si dentro hay paz, calma, tranquilidad, sosiego, contentamiento, gratitud, voluntad, amor, que se muestran fuera como alguien zen, a ratos un tanto indiferente con los acontecimientos, agradecida por la más simple, auto-responsable, firme, empática, amorosa, atribuyendo todo eso a menudo a una rareza, lo que sea menos vincularlo a su condición interna.

 

Lo externo está vinculado a lo interno

Así es, lo externo está estrechamente relacionado con lo interno. Una conducta estereotipada, por ejemplo, se corresponde con unos parámetros instalados dentro, con factores que acarrea la persona, no aparece así de la nada y se pone en funcionamiento por sí sola.

Los hábitos, el estilo de vida, los comportamientos, eso que es tan fácil de juzgar, no es algo que va solo, es algo que arranca desde los contenidos y los programas (o carencia de ellos) que lleva cada cual. Por lo general, el juicio aparece rápido (por lo menos en mi caso aún) sobre el modo de ser de alguien… si es agradable o desagradable, aceptable o inaceptable, etc. o etc., ¿pero qué hay del mundo interno de ese alguien?

 

Mira más allá de lo que ves

Pienso que esta frase, “Mira más allá de lo que ves”, es aplicable a las impresiones que tenemos de los demás. No tanto para experimentar empatía o compasión (o sí) sino para estirar el contorno, el mapa, la imagen que nos construimos del mundo que nos rodea.

La nuez me recuerda eso: una cosa es la capa externa o las capas externas, otra cosa es el núcleo. Por capa o capas entiéndase todo eso que exhibimos en armonía o no con lo nuclear en cada una y cada uno.

Para quien se percata de sus diferencias entre las capas y el centro, es el momento de iniciar el recorrido para alcanzar la homogeneidad entre fuera y dentro, dentro y fuera. Es una decisión, un compromiso hacer ese viaje o elegir no hacer nada y querer tapar.

Deseo que esta metáfora “Los humanos somos como nueces” pueda servir para dejar de juzgar (tanto) y para encontrar las propias incongruencias.

 

Mª Rosa Parés Giralt

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