Lo que he constatado en mi propia relación de pareja
El título del post podría sonar como venta de algún truco para tener relaciones satisfactorias, lo que quiero transmitir es que a medida que pasa el tiempo que llevo meditando, he observado que discuto muchísimo menos por no decir bien poco con mi pareja. Momentos de cierta tensión se presentan a veces, también por lo general bastante ligeros.
No puedo sacar otra conclusión que esto es debido a la práctica de meditación, de hecho, ambos practicamos. Ahora sí, si piensas que esto es un invento, yo solo sé que esto es lo que viene pasando desde el compromiso cotidiano con la práctica.
La terapia (individual y/o de pareja) da visión sobre lo que está pasando, lo hace evidente, aclara, pone nombre a las cosas, moviliza, remueve, ayuda a tomar decisiones y llevar a cabo acciones, pacifica, sana. La meditación potencia la capacidad de auto-gestión, de estar, de permanecer en el centro aún y notando que algo dentro bulle, de parar antes de reaccionar, es decir, de dar una respuesta menos (o nada) reactiva, de mantener una cierta (o completa) perspectiva.
El tándem perfecto pero en este artículo quiero hacer especial énfasis en lo que aporta la meditación a la relación.
Si tengo mayor capacidad de permanecer en mí sin perderme en la situación, es evidente que puedo atenderla con mucha más templanza, y que nadie vaya a imaginar que es desde un aguantarse, morderse los labios, apretar los puños o cosas así, no, todo lo contrario.
Qué me ofrece de valioso la meditación en la gestión de la relación
La práctica regular de meditación me facilita poder hacer frente a los momentos de desencuentro de un modo más relajado y con ello, más acertado. A menos reactividad, menos salto a la primera.
¿Cómo ha ocurrido? Dice la Neurociencia, que viene dedicando mucho trabajo y recursos a investigar sobre las técnicas contemplativas, que meditar cambia literalmente el cerebro, modifica sus estructuras, zonas específicas, entre ellas la amígdala que es el centro de la regulación emocional. Como sea, esas técnicas desarrollan cualidades como presencia, temple, visión, auto-gestión, no es por ello extraño que la manera de intervenir en la relación se modifique para bien.
No es que funcione en modo robot, para nada! Es más bien que la valoración de la situación cambia, es otra, que dónde percibía amenaza simplemente hay diferencia. Tampoco es asunto de que todo vale y de cualquier modo, de ser indulgente, sino que se trata de atender desde la entereza, lo cual conlleva mucho menos desgaste individual y de la relación.
La paz que se consigue dentro, se revela fuera, en este caso en la interacción. Esto es aplicable a la relación de pareja, de familia, amistad, equipo de trabajo, socias/socios, etc. Evidentemente, si todas las partes son practicantes, será más fácil porque cada una se gestionará lo suyo pero si no es así, siempre se desgastará menos y perderá menos paz interna quien mejor se auto-gestione.
¿Quieres aprender a meditar?
Me refiero aprender la vía para lograr el desarrollo de las cualidades descritas a lo largo de la publicación.
Se empieza desde el punto de inicio en el que está cada cual. Hay personas de por sí ya muy tranquilas mientras otras saltan a la mínima, hay quien pilla de qué va desde el primer momento y hay quien se tarda más, por eso el resultado de la práctica es totalmente personal.
Lo importante es empezar, ponerse, ejercitar, ¿con qué técnica? Pues para no extenderme en este artículo en el que quería poner en valor lo que me aporta a nivel de relación de pareja, comparto más abajo una práctica de base con la cual empezar. Recuerda, los resultados a veces no son inmediatos y requieren de cierto tiempo, especialmente de constancia.
Elige si prefieres tu forma habitual de relacionarte o si quieres transformarla.
Mª Rosa Parés Giralt