¿Por qué no cambiamos aunque entendamos nuestros problemas y conozcamos nuestros conflictos?
Recuerdo una clase que recibí en la que el neurólogo Héctor Grijalva explicaba cómo, cuando tenemos un insight, lo que se conoce también como momento ajá, es decir una comprensión clara, profunda y evidente sobre un asunto, se modifica el ARN (recuerdo que mencionó ARN, no ADN) relativo a la información correspondiente almacenada en las neuronas pertinentes. Es así que un recuerdo, una creencia, una experiencia traumática, se modifica porque tiene lugar un cambio en la morfología de la neurona.
Se trataba de una clase especial cuyo título era “Una neurona en la silla caliente” (la “silla caliente” es una técnica de Terapia Gestalt para abordar diversidad de asuntos personales).
Hoy retomé esa explicación que me sorprendió en su momento. Comprendí por qué temas que he tratado unas pocas de veces en contextos terapéuticos, que he trabajo, revisado, de los que soy consciente, observo y respiro cuando se detonan una y otra vez, siguen ahí, formando parte del paisaje de mi existencia. Caí en la cuenta que si no hay cambio orgánico, físico, real, puedo contar una y otra vez el relato, dando las vueltas que sea a la historia, desde distintas perspectivas, que aquello seguirá ahí vigente, operativo y activo, haciendo falta solo un detonador para que el mensaje químico sea lanzado al torrente de las neuroconexiones, la física cumpla su función y la vivencia emocional se reproduzca de nuevo, como si no hubiera pasado el tiempo, como si aquello estuviera tan fresco, como si no hubiera realizado un recorrido terapéutico y contemplativo.
No quiero desmotivar a nadie ni tampoco a mí misma, todo el camino hecho hasta aquí a lo largo de un montón de años me ha aportado gran pacificación en el entretejido de mis batallas internas. A medida que sigo el día a día con las andaduras de la vida, es entonces que cuando menos lo espero, pam! ahí se manifiesta una sombra que creía finiquitada o que no conocía, como se suele decir popularmente “Cuando menos te lo esperas, salta la liebre”.
Tras añitos de indagación, removida, actualización, asunción (asumir), aceptación, básicamente cualquier movida emocional que tengo, me resulta tremendamente familiar. Así y todo, alguna de esas movidas, no puedo evitarlas por mucho que conozco su origen. Y es que, por ahora, la química, el inconsciente o no sé qué cosa exactamente, manda, y lo hace hasta que ocurre una COMPRENSIÓN TAN CLARA, PROFUNDA Y ORGANÍSMICA a la vez que entonces sí tiene lugar un cambio, en todo caso, más hondo, más perdurable.
Supongo, desde la explicación de Héctor Grijalva, que es entonces que se modifica el contenido en la célula. Para otros modelos, el cambio se produce en otro lado. A mí me da igual mientras tenga lugar esa metamorfosis tangible en la psique.
¿Es posible deshacerse de los condicionamientos?
Recuerdo que mi terapeuta me decía que ir a terapia era como sacar bolsas de basura. Otro ejemplo recurrido es el de ir quitando capas de cebolla. A veces quiero creer que ya saqué la última bolsa o la última capa, luego descubro que aún queda…
Otros símiles que he escuchado nombrar por un ponente en varias charlas es el de la caverna de Platón y el del velo de Isis. En otras corrientes se habla de quemar karma.
En ocasiones recurro a la información que he ido captando sobre la evolución de las especies y me digo que esto de la mente y su complejidad debe ser una cuestión evolutiva que quizá en unos miles o millones de años más quede resuelta.
Por otra parte, la ciencia habla de la posibilidad de desarrollar nuevas sinapsis, nuevos programa, gracias a la cualidad de neuroplasticidad del cerebro. Eso es genial, por eso podemos desarrollar habilidades, fijarnos metas y ponernos ruta hacia ellas, contarnos cosas diferentes frente a discursos derrotistas para abrir un nuevo surco, armar un guión interno distinto, etc.
Creo que en esa buena e ingeniosa intención de crear una nueva realidad, a veces o muchas veces, hay quien se olvida de la realidad interna que, quiera o no, también acarrea. Y esto puede ser la debacle para la persona cuando basa su propósito de vida en una imagen construida y esta falla, no se sostiene a lo largo del tiempo, se cae, entonces puede ser costoso remontar.
Hoy en día no estoy en contra de las tazas con frases positivas inspiradoras, de mensajes de ánimo y empoderamiento, siempre considerando a la par la historia de fondo, lo que significa tener en cuenta que las memorias latentes no se desvanecen. Respecto a esto, ahora por ahora, contemplo dos probabilidades.
Una es que al no tirar de viejos mecanismos estos caigan en desuso, tal cual un aparato podría acabar oxidado e imposibilitado de ponerlo en marcha, solo que hay marcas, es decir condicionamientos y memorias, que no por mucho ignorar o no utilizar dejan de estar hábiles. Me viene la imagen de un electrodoméstico de esos de buena marca que dura y dura toda la vida prácticamente.
La segunda probabilidad que contemplo es que a medida que limpio, comprendo y amplío la visión (Vipassana), los viejos condicionantes se debilitan y acaban por esfumarse, de forma real. Esto supone para mí una parte en que he experimentado momentos así, y una parte de intuición-fe que me dice que eso es -o casi seguro puede ser- así, en definitiva todo un camino, el de más de 35 años viendo, dándome cuenta, preguntándome, cuestionando. No voy alejada de los términos en que muchos hablan de sus procesos introspectivos, de 30-40 años y más.
Insisto que eso no significa que no haya nada que hacer. Significa “Ponte las pilas y empieza (o continua) ya”. Significa que cada pequeño insigth suma al gran insight. Como barrer la casa, cada escobazo es un espacio limpio que aparece, luego ya solo queda mantener la casa al día.
Mª Rosa Parés Giralt