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¿Por qué vemos con malos ojos la frustración?

Frustrarse no es por lo general algo agradable, eso ya lo sabemos. De ahí al rechazo, a evitar la frustración como sea, va un buen trecho.

Me imagino que interviene la resistencia a la renuncia, a someterse a que eso que se quería, que gustaba, que se anhelaba, ya no estará con el consiguiente fastidio, desazón, vacío, que puede conllevar.

Solo hay que pensar en una criatura a la que se le niega algo que quiere a toda costa y la consiguiente pataleta que agarra. Las personas adultas que no han sido entrenadas en transitar el proceso de la frustración para familiarizarse con ella, comprender que forma parte de la vida e integrarla, pueden vivir esa situación internamente de forma muy parecida.

No se tiran al suelo pero se manifiestan enrabiándose, maldiciendo, golpeando algo o aporreando verbalmente, por ejemplo.

 

La bendición de dejarse estar en la frustración

En una ocasión en una formación que estaba recibiendo, la formadora propuso un ejercicio por parejas que consistía en que una persona inmovilizaba a la otra que se quería mover. Presentó el ejercicio como medio para explorar la frustración de no lograr lo que se quería.

Descubrí que a mayor resistencia ejercía contra la situación, más me agobiaba, y sin embargo, cuando “me rendía” (entiéndase correctamente lo de rendirse) y me permitía frustrarme y permanecer en esa vivencia, algo en mí se aflojaba y se relajaba. Este descubrimiento me facilitó un cambio de mirada hacia la frustración y una comprensión de que es bueno dejarme estar cuando no es posible otra cosa.

No me refiero a situaciones de abusos y/o agresiones donde lo que está en juego es la integridad e incluso la supervivencia y lejos están de ofrecer la relajación interna que comento. Así pues, hago referencia a la frustración en situaciones en las que la integridad personal no está en riesgo.

 

¿Me frustro y ya está?

A veces sí, a veces no.

A veces no hay más que hacer, como en una enfermedad inmovilizante por ejemplo. Entonces ¿para qué seguir peleando, luchando, gastando energía? En este caso, frustrarse facilita no pasarlo peor todavía, ahorrar energía, mantener cierta perspectiva, incluso a lo mejor hasta tener una idea genial.

A veces la frustración es solo un estadio transitorio para pasar luego a la acción.

En ambas situaciones, rendirse a la realidad favorece pasar la experiencia con mayor entereza y menor agotamiento.

Para mí es un arte aún caer en la cuenta que las cosas son como son y no me queda de otra que aceptar y en ocasiones frustrarme cuando eso no es lo que yo quería.

Creo que la dificultad en percibir la frustración como una respuesta adaptativa igual que otras tantas que tenemos, viene además de por la posible falta de entreno en la infancia, por la tendencia al “todo fácil” y al “consíguelo rápido y ya” de las sociedades llamadas desarrolladas.

Sirva de reflexión y revisión a quien quiera.

 

Mª Rosa Parés Giralt

 

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