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En meditación, primero de todo está sentarte contigo

Antes que ninguna técnica, antes que ninguna comprensión profunda, antes que ningún estado de calma, paz, relajación intensa, samadhi, antes de todo eso está sentarte contigo!

Hay quien no ve ganancia en sentarse consigo misma, consigo mismo, en silencio, quien no encuentra razón, motivación para ello. Sin embargo, todo empieza ahí, tal cual haría alguien con una amiga, un amigo, un familiar, la pareja e incluso con alguna persona a quien no le apetece atender pero que por algún motivo propio, atiende.

Esa misma dedicación hacia otras personas es la que interesa dirigirse hacia sí misma, sí mismo…

 

¿Para qué debería yo entonces sentarme conmigo?

Unas cuantas razones por las que te convendría insistir:

  • Sentarte contigo para escucharte
  • Sentarte contigo para atenderte
  • Sentarte para encontrarte
  • Sentarte para gestionarte
  • Sentarte para desarrollar “el músculo” de la conciencia, ese que te permite ver las situaciones sin perderte (o perdiéndote menos) en ellas
  • Sentarte contigo para saber en qué estás realmente por dentro, en lugar de andar explicándote en tu imaginación que estás fantástica o destrozada y no ser esa tu verdad
  • Sentarte para descubrirte, para pillar tus personajes, tus historias, tus tendencias, tus patrones
  • Sentarte para dejar que algo nuevo venga, para recuperar la perspectiva, para despertar la creatividad
  • Sentarte contigo para estar, solo y simplemente estar (no cuesta ni nada!)
  • Sentarte contigo para soportarte! (también cuesta, también)

Estos son solo algunos de los motivos, encontrarás otros tantos si experimentas.

 

Me pongo como una moto, no lo soporto

Si te pones “como una moto” cuando te sientas contigo en silencio sin hacer nada, solo con el propósito de estar, respirar, sé consciente que “la moto” no viene de fuera ni del hecho de respirar (de hecho lo estás haciendo todo el tiempo), viene de la falta de costumbre de estar contigo. Dicho de otro modo, te has convertido en una extraña, un extraño para ti, has perdido la familiaridad de estar con esa persona que eres tú!

Si te cuesta, te resistes, encuentras mil y una pegas para no hacerlo, entonces tienes un serio problema, algo así como si no fueras amiga, amigo de ti. No se trata de lograr una meta, un estado especial, antes que nada se trata de volver a casa, volver a ti, tomar contacto contigo.

¿Que te da susto, que te da grima, que te da yo no sé qué cosa? Imagina que alguien espera ahí adentro, como cualquier persona que conoces y que quiere explicarte cosas, ¿le harás oídos sordos?

 

Mª Rosa Parés Giralt

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