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Nada es inocuo, tras cada acción sucede algo

La primera vez que alguien me dijo “Nada es inocuo“, no le presté demasiada importancia, más bien, en mi fuero interno lo negué o me desentendí.

Poco después, cuando esa persona me lo volvió a decir respecto a las consecuencias de una decisión que tomé, volví a hacerme un poco sorda, ciega, y como si eso no fuera conmigo.

Son muchos los años transcurridos por esta vida hasta que algo tan evidente como que todo, absolutamente todo tiene consecuencias, me ha resultado claramente evidente… muchos años me ha tomado!

 

Hasta respirar tiene consecuencias

Respirar, comer, dormir, hablar, decir, hacer, no hacer, amar, no amar, dejarse llevar, decidir, empiezo a descubrir que todo, infinitamente todo, tiene consecuencias, nada queda igual ni al más pequeño gesto.

Solo hay que mirar cualquier acto insignificante de nuestro día, como desenvolver un alimento y tirar ese envoltorio. El envoltorio no desaparece por arte de magia, sufre todo un proceso sea de reciclaje (si lo tiramos en el lugar correcto!), sea un periodo de deterioro/desintegración. Aún y si lo guardamos en un cajón, el paso del tiempo lo transformará.

Con lo cual empiezo a reflexionar que cada gesto/acción un poco relevante que realizo, puede tener un impacto relevante posterior siendo yo la parte no solo responsable de ello, sino además la que recibo las consecuencias de forma directa o indirecta, a corto, medio o largo plazo.

Sí, sí, no es que me haya iluminado, es que he caído del árbol y cualquiera que reflexione un poquillo sobre ello -si no lo ha hecho ya- también se caerá al percatarse que cada acción provoca una respuesta por parte del medio con el que interactuamos, de nuestro cuerpo, mente o emociones.

 

Ser consecuente es una pista, no una condena

De pronto, ser consecuente tiene un peso que hasta ahora no me había planteado. Ser consciente de las consecuencias de mis gestos, palabras, acciones, incluso de mis pensamientos, deseos, reacciones, toma una dimensión diferente, se convierte en brújula de mi camino.

Si por unos instantes me paro a reflexionar sobre lo que puedo desencadenar -tranquilamente, sin obsesiones- resulta que mis actos se vuelven más acertados, más adecuados conmigo misma, con la existencia, más conectados con las personas, con el entorno, parece que tomen otro sentido y dimensión porque dejan de ser actos mecánicos para pasar a ser actos relacionados con la realidad.

Agradezco que estas pistas se me desvelen, aparezcan, se me hagan figura. Serán los años, será el encuentro conmigo misma (sentada/meditación).

Gracias!

 

Mª Rosa Parés Giralt

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